VA CABIZBAJA, VA CAVILANDO

“Cuando la” Revista Literaria Baquiana “va caminando” ya hacia su noveno anuario, su cencerro sigue sonando igual. El Centro Cultural Español, como ya es costumbre, sigue acogiendo sus presentaciones, con las imprescindibles palabras de bienvenida de su directora ejecutiva, la marcial e hipervigilante María del Valle, que llama al orden con ademanes weylerianos y emite una castrense alocución de ¿acogida?.
Las presentaciones exhibieron su acostumbrado encartonamiento. La Dra. Myra Medina, profesora del MDC–Recinto Norte y miembro del Consejo de Redacción de Baquiana, etc, etc, etc, dio a conocer los resultados del concurso: “Nuevos Valores de la poesía hispana” 2008, que además de ser un evento del que todos se enteraron en ese momento, y de ostentar un nombre tan pomposo como ridículo, se abrieron las plicas en la premiación, y por tanto los galardonados (totalmente desconocidos, lo cual justifica lo de “nuevos valores") no estaban presentes.
Posteriormente, los directores de la revista, Patricio E. Palacios y Maricel Mayor Marsán (en lo adelante M.M.M.), alternando los roles protagónicos (y sin abandonar ni un momento la mesa, especie de “presidencia” o “mesa directiva”) fueron pasando al podio (suerte de “garrote vil” o sitio de expiación) y luego de agobiarnos con el siempre abultado y lleno de detalles irrelevantes, pedigree de cada uno de los participantes, les invitaron a leer de pié, como si se tratase de un discurso (imagen de la que estamos hartos y poco coherente con el acto de leer poesía).
Iniciaron los poetas Lucía Ballester Ortiz y Amelia del Castillo. Una de ellas (ahora no sé cual y no creo que sea muy importante) hizo una lectura que resaltó esencialmente por su extensión. La que resta, más considerada y menos necesitada de atención, fue justa, al menos en el uso del tiempo. Siguieron los poetas Heriberto Hernández y Carlos Pintado (que, como ya hemos dicho en otra ocasión, no nos explicamos que hacían allí) Les sucedió la ¿poeta? puertorriqueña Etnairis Rivera. Acá debemos detenernos. Esta señora fue presentada con un rosario tal de títulos y galardones que le hacían caminar con cierto trabajo. M.M.M. además, autodefiniendo sus gustos estéticos, la calificó como su “poeta preferida".
La boricua se apoderó del podio, convirtiéndolo en un tablado donde desplegó su histrionismo, pateó, mordió, desgarró con su amenazantes uñas y tiró “besos volados” al público. La primera víctima de su performance fue el narrador José Abreu, que despertó de su postpandrial y arrobado por el embrujo poético de la ejecutante, salió a los jardines a sosegarse con la brisa. Le siguieron el poeta Carlos Díaz, como alma que lleva el diablo, Germán Guerra (discreto y formal, como siempre) y Denis Fortún y su esposa (a pesar de ser brasileña, aunque aún no sabemos que importancia tiene esto). La estampida no se hizo esperar y parecía que la sala se quedaría vacía.
Nosotros, dispersos en el público para no llamar la atención, nos miramos. Me tocaba quedarme, ya me había salvado de las preguntas del público en la presentación de la novela de Abreu y habíamos acordado que, ante un desastre previsible, me tocaba quedarme para reportarlo. Se resistió con estoicismo, y a duras penas, llegamos a la lectura de Yvonne López Arenal. Un texto dramático exige condiciones muy particulares, que se agravaron con todo lo sucedido, lo cual hizo que, lamentablemente, no se le prestara la atención debida.

En los momentos finales, mientras M.M.M. toreaba (como una maestra de escuela rural) a los poetas para lograr que posaran en una foto, un conocido intelectual de la ciudad, además de la ausencia de las usuales libaciones, lamentaba no haber seguido el consejo de la directora del CCE, cuando al iniciar la presentación dijo: “Vamos a comenzar, los que deseen seguir hablando, tenemos unos jardines muy lindos.”
Una noche llena de desaciertos. Otra. Si toleramos que las instituciones irrespeten al público; que los promotores culturales se sientan en el derecho de tratar a nuestros intelectuales y a nuestro reducido público, ávido de actividades culturales de auténticos valores, como estúpidos; si permitimos (y avalamos asistiendo) espectáculos de tal calidad y poco sentido común, terminarán teniendo la razón los que se fueron esa noche a escuchar a Luis Miguel y “esta vaca (el Miami cultural que queremos todos) va a acabar muy mal”