sábado, 21 de febrero de 2009

¿CRITICANDO AL CRÍTICO?

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“¿Cuáles son esos viejos conflictos?
¿Qué resulta obsoleto en este principio del 2009?
¿De qué resulta extemporáneo polemizar?”
Se pregunta José Prats Sariol, en su reciente articulo Cuba: Literatura sin viejos conflictos, publicado en Emilio Ichikawa.

“Cinco son los temas que considero del pasado", afirma:

“La búsqueda de lo cubano”, (el primero), en el que hace fundamentadas especulaciones, que podría suscribir haciendo una leve disquisición en el especifico caso de la trajinada “búsqueda de la identidad nacional". “Uno no busca lo que ya tiene en el cerebro y en el corazón, lo que no escogió que le tocara cuando…” etc, etc. Y es que en la fórmula no fallan la “búsqueda” o la “identidad”. La adjetivación, como casi siempre, es quien aporta la endeblez al enunciado y la reducción a lo “nacional” es quien introduce de contrabando la limitación. Sariol sostiene la idea de que “tal angustia en tiempos de mundialización resulta por lo menos extemporánea”. Si nos atenemos a sus manifiestas simpatías por la “precisión” de “los términos de Lezama”, la lucidez previsora de Borges, que renegaba ya “en Buenos Aires(…)de los nacionalistas", coincidiendo sintomáticamente con Neruda y Octavio Paz en “la misma actitud contra las aporías del terruño", se podría afirmar que, eliminado el “molesto adjetivo”, tendríamos un enunciado tan válido como cualquier otro, que de la mano de fenómenos como la emigración, el exilio y la globalización adquiere un protagonismo considerable: “búsqueda de la identidad” a secas.
“La valoración por orillas ideológicas o de residencia” (el segundo), cuyos laberínticos discursos parecieron esfumarse con la caída del muro de Berlín y la pretendida unipolaridad, acentuándose con la sensación de omnipresencia que aporta el imperio de la información “en tiempo real”, hacen al crítico saborear una sonrisa optimista, que no me atrevo a aceptar del todo. La ilusión de la unipolaridad se ha diluido con demasiada premura ante la presión de aspiraciones geopolítica, en las que el “signo ideológico” no tiene mucho peso. La socialdemocracia, reducto de las izquierdas para recomponerse políticamente, ampara y admite la reproducción de los modelos “cerrados” que fueron un paradigma de la “sociedades cerradas” para valorar o promover la cultura. Afirmar que “…nadie con un mínimo de honradez e inteligencia ya acude a telarañas ideológicas o de residencia para justificar el éxito o el fracaso de una pieza teatral, de un cuaderno de poemas...”, lo único que refrenda es la poco generosa dotación de “de honradez e inteligencia” que se puede constatar en los circuitos académicos e instituciones que rigen la cultura a nivel global. Hágase un simple paseo por los record de los premios literarios (Nobel, Cervantes, Pulitzer, etc.), los staff de las cátedras en las universidades americanas y europeas, y si se quiere asegurar una dolencia cardiaca crónica, explórense los pedigrí de los usuarios finales de un gran porcentaje de los dineros invertidos en occidente para proyectos culturales. El hecho de que, en el caso de Cuba, “las jóvenes promociones (no) pierdan tiempo” en tales prácticas es circunstancial y en ningún modo una actitud generalizada en “el mundo libre". Lamentablemente no creemos que esto sobreviva como regla en una Cuba futura.
“Los apellidos promocionales” (el tercer tema), sobre el cual, según Sariol, “resulta extemporáneo polemizar”, no han perecido en “el fragor de la lucha ideológica”. Simplemente, como la ilusión del estado benefactor de la cultura, han perecido ante la convincente dictadura del mercado. “Los viejos apellidos de literatura revolucionaria, disidente*, evasiva o reveladora", han quedado como viejos marbetes en la memoria afectiva de la “academia conservadora de izquierda” (valga el aparente equívoco) y han sido sustituidos por un único y hegemónico apellido ilustre: “comercial".
“El intento de nuevos ismos” (el cuarto), en el que Prats se muestra un convencido de la muerte de los “Ismos”, nos sorprende gratamente con una idea que ya, de alguna manera, habíamos esbozado en nuestros comentarios al post de
Emilio Ichikawa sobre Lezama Lima como mala influencia: “El único que sobrevive es el eclecticismo, el más higiénico y saludable, que opacó la estética de corte hegeliano, hasta el colapso del marxismo ortodoxo y del partidista". No nos extraña que sea un estudioso de Lezama quien llegue a esta conclusión, un tanto extrema en términos ideológicos, pero plenamente sustentable en términos estéticos.
“La isla aislada” (el quinto y ultimo), por obvio, no es un tema desdeñable. Han caído, es cierto, casi todas las barreras que contribuían al aislamiento de la isla. Sólo una mantiene su vigencia inamovible: la represión. Su manifestación más visible es el miedo, que aún tiene un peso sustancial y se manifiesta de formas impredecibles y muy diversas.

No estoy demasiado seguro que sea “repudiable” o no, “vender tales temas como preocupaciones del presente”; de lo que si estoy seguro es que en caso de hacerlo, no tendrían demasiados compradores entre “los nacidos alrededor de 1980, es decir, a la joven promoción de escritores cubanos", pero las ventas en los circuitos académicos y la prensa (ictericia aparte) que desdibuja cada vez más el rostro de las sociedades modernas, no serian despreciables.

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El apellido “disidente", como el apellido “comercial", continúa, aunque circunstancialmente, pariendo ridículos remedos de arte que –aunque reciben enormes recursos promocionales, como la literatura comercial- están condenados a ser efímeros, pues además de no producir usualmente ganancias notables, mueren con el tema del cual disienten.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo a este no le haría mucho caso. A mí me parece un poco diletante. ¿Dónde está su obra? ¿Qué libros extraordinarios lo respaldan. Lo de siempre: improvisación y estar en el candelero.

Anónimo dijo...

Cinco son los temas que tú consideras que a mí me tienen sin cuidado. ¿Quién te crees que eres? ¿Michel Foucault?

Anónimo dijo...

De la Cuba de Antier