PRIMERA: La causa, que pudiera ser un denominador común en todos los casos lamentables de intelectuales y/o artistas que se van por las ramas y descuidan las esencias de sus reales aptitudes, es “la soberbia". Podríase argumentar, no sin razón, que no hay un sólo ser con capacidades especiales sobre el cual no haya desovado en mayor o menor medida esta ave de mal agüero, excepciones aparte. Pero, resulta que en los “casos felices", un ego desmedido, una soberbia bien conducida, redundan en una febril actividad creativa. A veces pareciera que intentan demostrarle a dios, los humanos no importan, que el mundo no depende sólo de sus designios. Los “casos lamentables” se encierran en su tonel (sobredimensionando su capacidad de autogestión y retroalimentación intelectual, para terminar siendo inteligencias infecundas, incapaces de estructurar una obra trascendente) o se entregan a un ejercicio casi atlético de omnipresencia que les tributa un protagonismo endeble y deleitoso, en el cual se envanecen y al que no pueden renunciar. En el más caricaturesco de los casos hablan inevitablemente de “su obra” mientras todos esperan en vano leerla algún día.
SEGUNDA: Otro ilustrativo caso de lamentable dejación de “camino por vereda” es el de dotados y talentosos intelectuales (no hablo de mediocres y oportunistas que abundan en este field, en busca del protagonismo que no les podrían propiciar sus menguados talentos) que se dejan ganar por las trompeterías de las militancias, el llamado imperioso de los “deberes patrios", los ineludibles compromisos con “los desheredados del mundo”, las victimas de la dictadura, los osos panda, el calentamiento global o de cualquier otra naturaleza, etc.
TERCERA: Otra causa lamentable podría ser el “extremismo pendular” de muchos artistas, que agotados de bregar en los campos minados de la ideología oficial en un régimen totalitario, dan “el bandazo” al extremo opuesto, asumiendo actitudes rígidas, poco analíticas, tan caricaturescas y doctrinales como las ideas de las cuales reniegan. Esto mina de un modo tal la obra, en caso que lleguen a producirla, que les hace perderse en las estanterías, teñidos de “colores demasiado definidos” en lo ideológico o político, pero bastantes descoloridos en el aspecto estético.
CUARTA: Las adicciones, ya sean las tradicionales y con un grado de aceptación social mayor, como el consumo de alcohol, de fármacos y algunas drogas “blandas” o “sociales", etc; o adicciones menos aceptadas como el consumo de drogas “pesadas". Es curioso señalar que el juego no es usual y que el Sida, que en los ochenta y noventa fue un agujero negro por el que desaparecieron no pocos valiosos intelectuales, no es ya causa de muerte frecuente, no porque hayan cambiado sustancialmente las conductas sexuales, sino porque existe una mayor información y han evolucionado mucho los tratamientos farmacológicos.
Y QUINTA: La más lamentable de todas, y la única que responde a causas ajenas a “actos volitivos” pudiera ser el padecimiento, diagnosticado o no, de alguna dolencia o desorden psíquico, causa esta, tampoco inusual en la historia del arte y la literatura. En estos casos, por supuesto, la ayuda profesional es la opción lógica y la terapia o la medicación las soluciones más socorridas. Es frecuente ver que, con una correcta y oportuna atención profesional, llegan a desarrollar una obra notable, aunque sean frecuentes los casos de suicidios.